martes, 11 de noviembre de 2014

Poder geopolítico.

El petróleo de esquisto: Arma geopolítica del capitalismo en crisis

La estrategia de los Estados Unidos y sus aliados occidentales (habría que preguntar a los subalternos criollos que piensan si es que piensan...al respecto!?)  de explotar el petróleo de esquisto como instrumento geopolítico sin importar los daños irreversibles ambientales y de riesgos que genera en la estabilidad de la corteza terrestre, es un arma a la que se apela con el propósito de imponer la hegemonía geopolítica, económica y territorial.
El anuncio de dicha estratégia a través de los medios de comunicación privados corporativos como la BBCmundo se hace con la versión noticiosa de un gran "tubazo infromativo": El nuevo fenómeno energético. Sin esconder el cinismo noticioso señalan que el gran descubrimiento tendrá consecuencias geopolíticas y económicas. Como lo vemos hoy, y así como lo está anunciando el presidente Nicolás Maduro, los acontecimientos están en pleno desarrollo y el reto no es otro que prepararse en lo cualitativo y cuantitativo para afrontar las consecuencias.
La extracción de petróleo y gas de esquisto presenta serios riesgos ambientales pero detrás de las nuevas tecnologías que la hacen posible hay poderosos intereses económicos y políticos. Los hidrocarburos no tradicionales son parte, además, de entramados geopolíticos que tienen a Estados Unidos como principal protagonista. Sin embargo, en América Latina es presentado como una fuente de prosperidad,,,(!!!??).
La explotación del esquisto se realiza perforando la tierra verticalmente hasta 3000 a 4000 metros de profundidad, luego se realizan hasta seis perforaciones horizontales de uno a dos kilómetros de longitud y se inyecta a alta presión una mezcla de hasta 30 millones de litros de agua, centenares toneladas de arena y decenas de miles de litros de productos químicos no revelados por las empresas para extraer petróleo o gas de las grietas generadas en lutitas, denominación técnica, de rocas impermeábles de esquisto o pizarra como de le denomina técnicamente. Esta es la nueva tecnología denominada fractura hidráulica o fracking. A la superficie vuelve hasta 50% del  fluido inyectado, junto con el petróleo o metano extraído del esquisto. Una vez separados los hidrocarburos obtenidos, se desecha un efluente tóxico que, además de los componentes originales, contiene elementos radiactivos y  otros carcinógenos probados presentes en la roca. Mientras tanto, desde el subsuelo se contaminan tierras fértiles, aguas subterráneas y superficiales, e incluso se han verificado sismos debido a que los fluidos inyectados a alta presión provocan el movimiento de fallas en la corteza terrestre. Un estudio de la universidad de Cornell- Estados Unidos-, estimó que en 20 años la explotación de petróleo y gas no convencional-esquisto-, dejará una "huella de carbono" muy superior a la del carbón.
Algunos países de Europa ven con preocupación la explotación del esquisto por las secuelas que conllevan. En los propios Estados Unidos los movimientos amstas y ecologistas se han declarado en alarma y se movilizan. En latinoamérica donde las transnacionales tienen presencia e influencia, la amenaza está presente.
Por eso, en Venezuela, con las mayores reservas petroleras y por contar con una constitución, que por voluntad popular, debe garantizar la soberanía política y territorial, la amenaza está presente frente a las ambiciones geopolíticas de los Estados Unidos y sus subalternos criollos con los cuales cuentan.
Por eso también, la necesidad de abordar el estudio, conocimiento y difusión por todos los medios de una cultura del petróleo y asumir así la preparación de una nueva cultura donde se prime el desarrollo de las fuerzas productivas, en lo cualitativo y cuantitativo,  en lo simbólico, para superar el rentismo y garantizar el desarrollo nacional con soberanía política y territorial. Es el reto.

domingo, 9 de noviembre de 2014

Artículo para pensar la educación "negocio"

 | 2014/01/20 00:00

Lo educado no quita ‘lo chunchurria’

Al parecer la educación no está formando mejores personas, solo gente que se sabe muy bien el discurso de la rentabilidad y el mercado global.
Nunca me canso de citar en mis clases esas palabras tan bellas del polaco Ryszard Kapuscinski: “No hay periodismo posible al margen de los seres humanos (…) para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser buen hombre o buena mujer.  Si se es una buena persona se puede intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus dificultades y sus tragedias”.  
Si el autor estuviera vivo, le diría que no debería haber profesión al margen de las buenas personas, y que la educación en Colombia (no sólo la que se imparte en la escuela), tendría que estar comprometida con una real transformación de los individuos hasta que estos entiendan que la sociedad es un entramado complejo de seres humanos y no de meros objetos. 
De lo contrario, seguiremos haciendo producción en masa de guaches ilustrados, individuos manipuladores y utilitaristas que saben de muchas cosas, pero que son incapaces de reconocer a los demás como gente con los mismos derechos. 
Porque algo tiene que estar funcionando mal en el ciclo educativo cuando vemos que los grandes corruptos en este país han pasado por colegios y universidades de élite.  Al parecer, no bastó el esfuerzo de las instituciones que les dieron los diplomas y tampoco el de sus  familias que les brindaron acceso a bibliotecas, viajes, aprendizaje de otros idiomas e interrelación con otras culturas, lo cual no caló lo suficiente para entender que ni “la corrupción es inherente al ser humano”, ni el mal que se le hace a otras personas sale con el jabón del baño al día siguiente.
Algo nos falta por aprender para que haya gente con formación doctoral diciendo que le importa un carajo que haya pobres en el país. Para que algunas de nuestras empresas tengan jefes de personal muy eruditos en hacer contratos en detrimento de los trabajadores. Para que existan abogados expertos en triquiñuelas jurídicas y saquen beneficios particulares. Para tener un sistema de salud en el que no es poco frecuente dar con médicos incapaces de comprender el dolor de sus pacientes. 
Y así vamos normalizando la existencia de jefes con muchos títulos que gritan a sus empleados hasta enfermarlos de los nervios. Justificamos la aparición en público de poetas estudiados que hacen comentarios sexistas, y de afamados escritores misóginos, envidiosos y elitistas.  Nos encontramos en la cotidianidad con rectores que vociferan borrachos  porque no los dejan subir al avión y con académicos que mueven fichas políticas para tirarse en la carrera de sus compañeros. Con unos ingenieros sin escrúpulos que cambian el beneficio económico por la seguridad de la gente y con especialistas que cobran en dos empresas el tiempo completo y trabajan sólo para una, o para ninguna.  
Al parecer la educación no está formando mejores personas, sólo gente que se sabe muy bien el discurso de la rentabilidad y el mercado global. Profesionales muy bien adiestrados en el arte de hacer dinero, pero poco educados para ser ciudadanos y para entender la vida como una forma de organización social y política dentro de la cual se tiene una inmensa responsabilidad.  
Por eso lo educados no les quita a muchos lo ‘chunchurrias’ porque estamos frente a la tiranía de una sociedad en la que el éxito de una persona no está determinado por los parámetros éticos bajo los cuales se rige, sino de la renta obtenida, así sea a costillas de la dignidad humana.